Archivo de noviembre 2011
EL ULTIMO OSO
Posiblemente pocas personas sepan, que hasta hace poco tiempo, algunos montes de Euskadi y Navarra eran residencia habitual del oso pardo. A comienzos de nuestro siglo el área de distribución de este poderoso animal era muy superior a la que ocupa en la actualidad. Demasiadas son las causas que motivan la falta de asentamiento de nuestros osos pardos en sus zonas de antaño; quizás las más importantes vengan motivadas por la no utilización de las indemnizaciones por daños, furtivismo, pastoreo excesivo, venenos utilizados en la agricultura, conservación de manchas forestales de hayedos y robles, extracción de especies productoras de frutos, programas de desarrollo turístico en áreas de montaña, incendios forestales y sobre todo, por la falta de sensibilización de la opinión pública para que todas estas medidas se controlen y podamos recuperar definitivamente esta especie, símbolo de libertad, bravura y fuerza.
Son ya casi de 140 años cuando en los montes de Urkiola y en la zona denominada como Eskillar de la Peña Eskubaratz más abajo de Kanpatorrosteta, el morroi (criado) de la familia Bizkarra del caserío Askondo, logró abatir junto con otros dos vecinos y con una escopeta de avancarga, un magnífico oso pardo que días atrás les había matado varias ovejas. Juan Aguirre (q.e.p.d.) del caserío Barrenengo, del precioso valle de Urkuletas corazón de esta ubérrima cordillera de porte majestuoso, nos contó allá por el año 1995, como estos tres jóvenes baserritarras una noche de invierno hicieron un aguardo al oso en lo alto de la montaña. La fortuna quiso que al retirarse el oso al amanecer tropezase con una cabra a la que mató al instante. Sus chillidos alertaron a los cazadores que de un certero disparo hicieron rodar peñas abajo al último oso pardo de Vizcaya. Eran otros tiempos, y nada se les puede achacar a estos intrépidos cazadores / ganaderos que en definitiva defendían sus intereses de la única forma que podían hacerlo. Conviene recalcar para aclarar esta ultima afirmación, que en aquel agosto de 1871 el ayuntamiento de la anteiglesia de Mañaria concedió un diploma EN PERPETUA MEMORIA al ganadero que abatió el ultimo oso de Bizkaia.
CUIDADO CON EL 20N
Mientras los cazadores intentamos quitarnos de encima la última de las trabas con la que el Gobierno Socialista nos ha obsequiado, observo con preocupación determinados movimientos que están pasando desapercibidos para el colectivo y que pueden llegar a suponer un serio problema para la caza, los cazadores y otros grupos sociales relacionados con el sector primario.
EQUO, la muerte silenciosa
Se está cuajando el partido ecologista EQUO. Ya está clara su estrategia de intentar trasladar la “indignación” de la calle a la política, haciendo un claro guiño a movimientos sociales que muy poco tienen que ver con lo que realmente esconde este nuevo partido en sus entrañas. No me cabe ninguna duda de que, partiendo de que su programa electoral se está cocinando en la red (Internet), los grupos animalistas y antiespecistas, minoritarios pero muy activos en estos foros, están imponiendo su ideología, por lo menos en lo que a los “derechos de los animales” se refiere. Por otra parte, el declarado apoyo de periódicos como EL PAIS a cualquier noticia relacionada con EQUO hace sospechar sobre quién se beneficiaría de la posibilidad de que unos muy buenos resultados electorales les permitiesen ejercer de partido bisagra y las consecuencias de ese supuesto ‘pacto’ para la caza y otras muchas actividades.
No debemos seguir mirándonos el ombligo
Nuestro futuro como colectivo es un debate recurrente dada la disyuntiva en la que se encuentra actualmente. No hay un relevo generacional definido, los cazadores nos sentimos ‘acosados’ desde la Administración central con leyes y reglamentos que buscan nuestra lenta y agónica desaparición, y por último, pero no menos importante, nos sentimos estigmatizados por estereotipos anticaza que influyen directamente en nuestra imagen ante la sociedad.
Algo tiene que cambiar en el mundo de la caza
Ignoro si alguien será capaz de darle la vuelta a esto. Seguro que no es fácil. Quizá la mejor manera de hacerlo sea dar paso a los jóvenes y esforzarnos por transmitir a la sociedad no cazadora nuestra realidad como colectivo. Debemos empezar a pensar que somos y pertenecemos al mundo rural y, por tanto, debemos colaborar en su desarrollo. Debemos estar seguros de que como ciudadanos cazadores podemos hacer algo más que cazar y preocuparnos por las especies cinegéticas. Y, sobre todo, debemos participar como colectivo en la construcción y el bienestar de nuestra sociedad.
Los grandes cambios comienzan con pequeños movimientos.
Publicado en JARA Y SEDAL y DESVEDA.info